

Los festivales de música tienen magia. El que ha participado en alguno, actuando, como asistente o en la organización, lo sabe. El fin de semana pasado tuvo lugar PolifoniK Sound, el festival de música independiente que se celebra en Barbastro desde hace doce años. Una vez más, lo viví desde el servicio de comunicación.
Algo muy bueno que tiene el PolifoniK es la cercanía que transmite. Cercanía en el equipo organizador, en el trato con los artistas, entre el público y también cercanía de la propia ciudad de Barbastro y la comarca del Somontano y de su recinto ferial, que permite disfrutar de los conciertos en buen ambiente, sin prisas ni colas, moviéndote con holgura allá donde estés. No es raro ver a alguno de los artistas después de su actuación entre el público, disfrutando de otro concierto. Si estás en primera fila, puedes ir a la barra o al baño y volver a tu sitio.
Para los organizadores, Iván Arana y Luis Moya, no ha sido fácil mantener esta fórmula año a año. Traer un cartel de calidad con un presupuesto ajustado tiene su dificultad, pero lo han conseguido. A menudo, los artistas rebajan su caché porque quieren estar en el PolifoniK: quienes lo conocen, porque se han empapado de la fórmula y les encanta; y los que no, porque les ha llegado a los oídos y quieren probarla. Aún así, no ha sido un camino de rosas.
El equipo organizador mantiene un trato familiar. Cada nueva edición, llegan los abrazos del reencuentro y el trabajo se acompaña de risas y sonrisas, aún en los momentos más complicados. Es parte de la magia que tiene este festival pequeño y próximo, pero grande en calidad y en humanidad. Ha sido un gustazo un año más formar parte de todo ello.