Mi sobrino de 10 años me contó que lo habían sacado a la pizarra.
Cuando comenzó a escribir, otro niño de la clase gritó: ¡Hala, mirad! ¡Escribe con la izquierda!
Él reaccionó rápido, se giró hacia su compañero y le dijo bien alto y con cara de pícaro: ¡Es que sé hacer magia!
La profesora y la clase entera se echaron a reír con solidaridad y una pizca de admiración.
Al oír su historia, me emocioné un poco. Yo, a su edad, si hubiera vivido ese mismo episodio, probablemente, me hubiera encogido.
Le dije a mi hermano, su padre: “Y esta respuesta tan buena es el resultado de…” y él terminó la frase como imaginaba: “Sí, fue obra de la logopeda, que le reforzó la autoestima cuando lo ayudó a hablar mejor”.
Sentí una vez más agradecimiento hacia esa profesional. Creo que hizo un gran trabajo. Y también lo hizo mi sobrino. Años después, sigue cosechando los frutos de lo que sembraron juntos.
Ya de adultos, cada vez que la sociedad nos pone a prueba, volvemos a ser la niña o el niño del encerado en ese momento en el que se la juega.
En realidad, salimos a la pizarra todos los días.
No sé si serás persona diestra o zurda, pero sí sé que puedes darle un buen empujón a tu autoestima con mis Sesiones de coaching.
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Que tengas un gran día.