Un día, en el cole, la monja nos sacó de una en una a la pizarra. Buscaba niñas para el coro. Sólo teníamos que entonar unas notas.
Cuando me tocó salir, sentía una mezcla de nervios e ilusión. El caso es que no debí de hacerlo muy bien, porque la monja me envió al pupitre al segundo de abrir la boca.
Durante muchos años pensé que no tenía oído para la música. La música me atraía, pero no la comprendía.
Hace cerca de tres años, comencé a ir a clases de voz por interés personal y profesional. Ya era profe de Oratoria.
Así conocí a Ángel, músico de profesión. Nos caímos bien de inmediato.
De su mano, he descubierto cosas increíbles, como que cada persona tiene su nota particular. Una nota musical propia, igual que su nombre, una nota que cuando escucha le conecta consigo misma, le hace reconocerse.
Un día, medio en serio, medio en broma, le dije a Ángel que podíamos ponernos a cantar: “No me lo digas dos veces, ¿eh?”, comentó.
Mi profesor conocía mi frustración. Que tenía mal oído y todo eso, pero no creía en ello.
Me dijo que iba a tocar una nota con el piano y que la entonara. Yo me acordé de cuando era niña, la monja y la pizarra: “No tienes que pensar en la nota que toco, no tienes que buscar nada, sólo tienes que sentirla y reproducirla, dejarla salir de tu cuerpo con tu voz”.
Y probamos.
Hice lo que me dijo, aunque al principio me costó. Finalmente, dejé que la vibración llegara a mí, la sentí. Mi voz la entonó de vuelta. Lo hicimos varias veces. ¡Funcionaba!
– “Te lo dije, sólo tienes que sentir, ese es tu súper poder”, dijo convencido.
Fue como un milagro. A mis cuarenta y largos estaba consiguiendo algo de lo que nunca me había creído capaz.
Desde entonces, canto con Ángel. El camino no ha sido ni es fácil. Madre mía, cómo me cuesta lo del ritmo… Pero sí es apasionante.
En su clase, trabajo absorta. Cuando salgo de allí, aunque esté cansada, voy dos palmos por encima del suelo de lo feliz que me siento.
La verdad es que mi profesor tiene más fe en mí que yo misma y está convencido de que un día la puerta de la música, por la que sólo me he asomado -y para mí ya es un cambio brutal-, se abrirá de par en par. Yo también he acabado por convencerme de ello.
En realidad, Ángel, además de músico es coach, aunque creo que eso a él no le importa ni lo más mínimo.
Creo que la vida te pone cerca a ciertas personas para que te acompañen. Ahí está echándote un cable por si quieres cogerlo.
Yo doy gracias por las que me ha puesto en el camino.
Desde luego, si buscas un coach musical, ve a Ángel sin dudarlo.
Y si lo que buscas es una coach personal, aquí me tienes.
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Un fuerte abrazo,
Livia