Hace varios años, hice un retiro en Perú, en la selva, con una chamana.
Fueron quince días extraños, duros, bellos, impactantes.
Recuerdo los insectos que me visitaban todos los días con su obstinada disciplina: tenían sus horas concretas, sus recorridos precisos, su trabajo metódico.
Recuerdo las chicharras, justo antes de amanecer, anunciando la salida del sol con un canto tan atronador que parecía un tren a toda máquina en plena selva.
Y las inolvidables e inquietantes visitas de un puerco salvaje por las noches, que no me dejó pegar ojo.
Inolvidable también el estómago vacío por el ayuno.
Y la chamana. Por supuesto. Recuerdo a la chamana, que era tremenda.
Un día, justo antes del retiro, hablábamos de la cabeza, de las trampas mentales, de cómo la mente juega a preocuparnos, asustarnos, desquiciarnos. Ella tenía una sencilla estrategia en esos casos.
Podéis imaginar para qué casos. Por ejemplo, en esos momentos en que tenemos miedo a que sucedan cosas que probablemente no pasarán, pero las imaginamos al detalle y las tememos.
La chamana me contó su truco.
- Yo, entonces, le digo a mi cabeza -y la señaló, con determinación-: “Tú cállate, te conozco bien, eres una puta”.
Me quedé cortada y callada por un momento.
- ¿Y funciona?, le pregunté al fin.
La chamana asintió, breve y contundente.
Siempre me ha sorprendido cómo la mente, esa maravillosa herramienta que tenemos los seres humanos juega a nuestro favor pero, a veces, también es la más potente en nuestra contra. No necesitamos enemigos para estar mal, solo dejar que la mente vaya a su aire y seguro que nos gasta alguna de las suyas.
Uno de los días del retiro, una frase afloró de un lugar muy profundo dentro de mí, como si me hiciera eco de algo que me decía la selva: “Tu mente se ha vuelto muy resistente y vas a tener que lidiar con eso”. Viniera de donde viniera, yo sabía que ese “resistente” no era un halago.
Era un desafío, un reto.
“Resistente” quería decir dura e impenetrable como un muro y eso no era bueno. La mente ha de tener plasticidad, flexibilidad, adaptabilidad, porque la vida lo requiere. O eso creo yo. Así que supe que me iba a tener que emplear a fondo.
Y lo hice.
Y lo sigo haciendo.
Y acompaño a otras personas para que también lo hagan, para que su mente sea su aliada, no su enemiga. Para que su cabeza se convierta en el motor de su vida y no en un lastre con el que cargar irremediablemente.
Tu cabeza no es una máquina que funciona con un sencillo piloto de on y off, por el día en marcha, por la noche apagada.
Eres un ser humano y puedes pensar y actuar de modos muy distintos, tantos como situaciones se den, para hacer que todo juegue a tu favor.
Puedes pensar de un modo útil para ti, que te haga la vida más fácil y plena.
A mis clientes les digo: O manejas tu cabeza o tu cabeza te manejará a ti, ¿qué prefieres? Porque te aseguro que lo segundo te meterá en más de un lío.
La calidad de tu vida no depende tanto de lo que te pasa, como de cómo vives lo que te pasa y de lo que piensas sobre lo que te pasa. Ahí se desatan tus pensamientos y tus emociones y, en consecuencia, tu bienestar interno y tu comportamiento.
Tu forma de pensar determina la calidad de tu vida.
Así que la clave de tu vida está en tu mente.
Si te vienen pensamientos recurrentes nada útiles o sientes que te bloqueas mentalmente, puedes probar la solución de la chamana. A ella le funcionaba.
O puedes probar el coaching.
En las sesiones de coaching, aprenderás a gestionar mejor tus pensamientos y tus emociones.
Si te gestionas mejor internamente, es más fácil que consigas tus objetivos profesionales y personales.
Si consigues tus objetivos, es más fácil que tengas una vida mejor.
Y en eso, te puedo ayudar.
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Un abrazo,
Livia.