Dicen que el tercer oído es la voz. Cuesta creerlo.
Hablar parece todo lo contrario a escuchar. ¿Cuántas veces hablamos demasiado y escuchamos demasiado poco? Hablar y escuchar deberían acompañarse, complementarse, pero a veces parecen dos conceptos antagónicos y difíciles de equilibrar.
Pero pensándolo bien, sí tiene sentido.
Para hablar primero debemos escuchar a las demás personas y escucharnos. Escucharnos supone dirigir el oído hacia dentro de nosotros y nosotras mismas y hacernos las preguntas correctas:
- ¿Qué pienso de esto?
- ¿Qué siento respecto a esto?
- ¿Qué es adecuado decir en este momento teniéndome en cuenta a mí, a quienes me escuchan y a esta situación?
De ahí viene la palabra honesta, la palabra con la que respetamos y nos respetamos.
Para eso tenemos un tercer oído que emite sonidos. Una voz única, personal, intransferible. Una vibración que impacta. Una palabra o un silencio que llega a la otra persona y toca su entendimiento y su corazón.
Bien pensado, la voz corre por la garganta. Y la garganta está a medio camino entre la cabeza y el corazón. ¿Acaso puede haber un mejor lugar para ser la fuente de nuestra voz que entre esos dos grandes motores de nuestra vida?
Celebra tu tercer oído y, sobre todo, úsalo bien.
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Feliz septiembre.